Hoy luce en mi violetero, una rosa amarilla....
Cada persona que entra en nuestra vida lo hace por alguna razón. Aunque sólo fuera por esta enseñanza, ya habría valido la pena. Sería como uno de esos regalos que la vida te envía cuando menos te lo esperas, un sábado cualquiera, a una hora nada sugerente, pero que te encienden una luz que sabes que no va a apagarse.
Y sé que aún tienes muchas cosas por descubrirme...
Esto me regalaron, y ,yo, os lo quiero regalar a vosotros:
EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO:
"...—Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que
no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien,
que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que
me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
—Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver
primero mi propio problema. Quizás después... –y haciendo una pausa agregó— Si
quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y
después tal vez te pueda ayudar.
—E... encantado, maestro –titubeó el joven pero sintió que
otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien –asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en
el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó –toma el
caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este
anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la
mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete antes y regresa
con esa moneda lo más rápido que puedas..El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer al anillo a los mercaderes.
Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía
lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían,
otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para
tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para
entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una
moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no
aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en
el mercado –más de cien personas— y abatido por su fracaso, montó su caballo y
regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de
oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su
preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.
Entró en la habitación.
—Maestro –dijo— lo siento, no es posible conseguir lo que me
pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que
yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.
—Qué importante lo que dijiste, joven amigo –contestó sonriente
el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a
montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras
vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que
ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con
su lupa, lo pesó y luego le dijo:
—Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no
puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
-¡¿58 monedas?! –exclamó el joven.
—Sí –replicó el joyero— Yo sé que con tiempo podríamos
obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... Si la venta es urgente....El
joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
—Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo—. Tú eres
como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte
verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera
descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo
pequeño de su mano izquierda."
(Jorge Bucay)