EL PASADO NO SE PUEDE CAMBIAR...

¿quién soy yo que no me permito equivocarme?

Si no puedo equivocarme tampoco puedo aprender, y quién no aprende no avanza y al no avanzar nada cambia, porque quién no avanza en realidad retrocede.

Ya no quiero, ni puedo, ni acepto sentirme culpable por lo que hice o dejé de hacer, ya sólo puedo aceptarme, aceptar la que fui para que pueda nacer la que soy, con mis errores y mis lecciones aprendidas, porque de los errores es donde más aprendemos si estamos dispuestos a reconocerlos, a perdonarnos y a cambiar nuestro interior. Sólo así podré trasformar mi exterior.

Y es que para ser quién eres hoy, primero tuviste que ser quién fuiste.

No quiero cambiar nada de mi pasado, ni puedo, ni quiero.

Quiero a la que fui, que a tientas ha caído tantas veces y se ha levantado, que a tientas exploró el mundo, que a tientas y sin red se armó de valor para perseguir lo que anhelaba y…lloró, lloró mucho porque a pesar de la fuerza que le infundía la capacidad de decidir por su vida, sentía un miedo inmenso a haberse equivocado, a hacer daño y un miedo atroz a que la vida le devolviera el rostro más realista: la soledad que sin permiso se instala en nosotros sin conocer su discurso.

Y lo vi, cerca, pegadito a mi estaba y tuve que mirarlo de frente y aprender a vivir con las verdades que me desvelaba y así, conciliándome conmigo, entendiendo que no era un castigo, sino el principio de mi misma, que los miedos toman forma y cuerpo porque nosotros les otorgamos ese poder, y así en esa catarsis atisbé un rayo de luz que no venía de otro sitio que de mi interior y como un regalo me agarré con fuerza y me levanté. Y así cada vez que me he caído.

Y hoy sonrío, desde mis entrañas…feliz de saberme la que fui y la que soy.

Y ES QUE PARA SER QUIEN ERES HOY, PRIMERO TUVISTE QUE SER QUIEN FUISTE.