jueves, 12 de enero de 2012

LA FELICIDAD...por Phap Dung

"La felicidad es contagiosa"

Phap Dung, que abandonó su carrera de arquitecto para hacerse monje budista zen, explica en esta entrevista cómo disfrutar más y sufrir menos.





El objetivo es cultivar “mindfulness” o atención plena, lo que él define como “la energía que nos ayuda a estar completamente presentes en la vida”.

Entre otras cosas, esto significa romper la arraigada tendencia de darlo todo por hecho. Abres el grifo y sale agua caliente, por ejemplo, pero el día que se produce una avería, muchos de nosotros nos subimos por las paredes. “La atención plena te ayuda a romper con esa manera de ver tan rutinaria, a apreciar el agua caliente cada vez que abres el grifo. Así puedes disfrutar de cada acto, por sencillo que sea, hasta de atarte los zapatos. Piensa que llegará el día en que no podrás agacharte con tanta agilidad”, señala Phap Dung.

El monje de 42 años, que en su otra vida trabajaba como arquitecto en Los Ángeles (California, EEUU), participa en el retiro con una presentación sobre las relaciones personales.

Aquí os dejo un resumen de su visión de la vida de una entrevista que le hicieron:

La mayoría de nosotros no disponemos de herramientas apropiadas para solucionar los conflictos familiares, de donde surgen luego todos los demás. Puedes vivir con tu familia sin estar realmente ahí. La meditación no es sólo mirar a una pared; también consiste en ser capaz de sentarte a hablar con tu familia con la concentración, compasión y energía necesarias para solucionar conflictos sin herir a nadie. La meditación es una herramienta que permite frenar, estar presente y observar las cosas con más profundidad, en lugar de correr detrás de todo tipo de estímulos. Alguien que medita está en calma, concentrado… puede convertirse en un refugio para la otra persona.
Antes estaba tan ocupado que no tenía tiempo de observar cómo actuaba. Pero ahora sé que para relacionarme con mis semejantes tengo que aprender a estar en calma, compartir, estar presente… los ingredientes básicos con los que construyes una relación.

Tenemos mucha tensión en el cuerpo y en la mente. Las prisas y el parloteo incesante en la cabeza traen estrés. Se trata de volver una y otra vez a la respiración, identificar cada inhalación como inhalación, cada exhalación como exhalación. Si la mente está ahí, en la respiración, deja de dar vueltas alrededor de otras cosas de fuera. En la sociedad hacemos lo contrario. Los jóvenes no son capaces de estarse quietos ni un momento. Quieren chequear su móvil o su e-mail constantemente. Les digo: ´relájate, no te estás perdiendo nada. Todo continuará ahí cuando vuelvas a encenderlo´. Están constantemente pensando en lo siguiente. Pero la vida sólo transcurre en el presente.

Incluso cuando estamos esperando, sin hacer nada, estamos estresados. Lo veo en el aeropuerto, por ejemplo. Estás rodeado de gente ansiosa, pegada a su teléfono y su ordenador. Pero si es un tiempo de espera, ¿por qué no te relajas? Pero en nuestra sociedad eso se vive como lo normal. Estar constantemente corriendo es lo normal.
Tenemos muchas pruebas ya de que la multitarea no es buena. Las empresas no sólo buscan cantidad; cada vez más, buscan calidad, y eso no se consigue haciendo mil cosas a la vez.

Por otro lado, observa a los que producen mucho. ¿Son felices? Hay que reevaluar la cultura del rendimiento y el éxito. El deseo de conseguir más y más con frecuencia hace que pierdas tu dirección y hagas daño a otros. La meditación te ayuda a mantener la dirección y concentración sin perder tu humanidad. (Digo yo: “Cuando no se es feliz, no se trabaja bien. La felicidad, además, es contagiosa y se extiende a todos las parcelas que recorres cada día)

Una persona feliz se conoce bien a sí misma. Ama vivir. No está atrapada por sus ideas y emociones. Sabe cómo cuidarse. Esto no significa que tenga que estar contenta todo el tiempo, pero sabe lidiar con su sufrimiento.

Mira la vida. Como si fuéramos una flor: floreces, disfrutas del sol, de la lluvia, y después vuelves a la tierra. Como seres humanos, hemos salido de la tierra, estamos vivos, tenemos el regalo de la conciencia. Quizá vayamos al cielo, no sé; para mí esto es suficiente. ¿Quejarse? ¿Querer ir a otro sitio? Observa con atención lo que hay detrás de ese deseo, de esos pensamientos. ( Yo digo: “Correr, tratar de acumular más y más, esperar hasta los 65 para poder disfrutar plenamente y…aja! Te da un “sincope” y uno menos a quien pagar la pensión. Es cierto. Pensémoslo”)

Huimos de nuestro sufrimiento porque no tenemos suficiente solidez para confrontarlo. Alguien que es sólido es capaz de afrontar la adversidad y los desafíos de forma saludable. Es como en las artes marciales: si te entrenas y continúas practicando, no tienes miedo. Para conseguir fuerza necesitas alimentar tu capacidad de disfrutar de la vida, tu atención, gratitud por lo que tienes… con todo ello construyes claridad y fortaleza. Esto no significa que no padezcas dolor, sino que no huyes: no enciendes la tele, coges un libro, vas al cine, comes comida basura o te drogas para no esquivar tu sufrimiento.

Escapar no es posible, no funciona nunca. Más tarde o temprano te perseguirá. Quizá por la noche, cuando no consigues dormir. (digo yo: “qué verdad más demoledora”) Cada sufrimiento que hayas superado te hará ganar en sabiduría, conocimiento, compasión por otra persona. De hecho, no quieres liberarte de todo el sufrimiento, porque una parte de él te hace comprender a la humanidad.

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